No deja de ser otra gran hipocresía que el subsecretario de Estado norteamericano para América Latina, Thomas Shannon, declarase este jueves que su país actúa «de buena fe» en torno a Luis Posada Carriles; pero al menos ha debido reconocer que Estados Unidos tiene que dar aún explicaciones.
El proceso, ha dicho de modo indirecto, no está cerrado. Según sus palabras textuales, el Departamento de Justicia «todavía está investigando».
Aunque información sobre los actos terroristas de Posada Carriles es lo que le sobra a la Casa Blanca, por lo pronto ya sabemos por Shannon que los responsables en Washington no están dejando que el caso fenezca en la inacción, de olvido o de puro viejo; ni aguardando a que Posada, súbitamente, desaparezca o enferme de modo irremediable, librándolos al fin de su presencia...
El silencio de las autoridades estadounidenses hasta hoy ha hecho pensar que esa, justamente, es la intención: hacer creer que todo está dicho después del dictamen de la jueza de El Paso, Kathleen Cardone. Sin embargo, millones en el mundo sabemos que ante las cortes estadounidenses, nada está dicho aún.
Dieciséis días después de que la magistrada desestimara los leves cargos presentados contra Posada —y que únicamente servirían para que la Casa Blanca se enjuagase las manos y la cara—, las autoridades competentes en Washington siguen soslayando sus deberes y continúan sin emitir criterio, como debían, sobre aquella decisión.
De otro lado, tampoco se define el status migratorio del «inmigrante» ilegal, mucho más confiado en territorio norteamericano que los 12 millones de indocumentados cuyo futuro está en este momento en vilo. A pesar del modo bravucón con que, hace apenas tres semanas, Posada desmintió y chantajeó mediante sus abogados al gobierno de Estados Unidos, ahora está desacostumbradamente recogido, modesto y silente en la casa de las afuera de Miami adonde, para su «seguridad», le llevaron los compinches.
Ante las denuncias, tanto en Washington como en la Florida, la callada es la respuesta. Sin embargo, la activa gestión internacional de Venezuela en su solicitud de extradición está dando frutos, uno de los cuales puede ser este de obligar a Thomas Shannon a dar la explicación evadida, antes, por el propio Fiscal General, Alberto Gonzales, cuando el legislador William Delahunt le preguntó en qué quedaba la lucha de EE.UU. contra el terrorismo después de la impunidad otorgada a Posada Carriles.
Los entuertos les salen a los funcionarios de Estados Unidos por dondequiera. Así es que cuando, este miércoles, el embajador venezolano ante la OEA, Jorge Valero, presentó un proyecto de resolución recordando las deudas terroristas de Posada y la obligación de Estados Unidos de extraditarlo a Venezuela, el representante norteamericano, Bob Manzanares, no tuvo otro remedio que mentir, aunque de modo aún más falaz que Shannon.
Como este, dijo que el asunto seguía en proceso; pero debió ultrajar al resto de sus pares al afirmar que, a fin de cuentas, el tema era un asunto «bilateral» de dos Estados miembros, según reportó la prensa. ¿Acaso se refería al afán de justicia de Venezuela?
Todo indica que la actitud tuvo el efecto desestimulante que se podía prever entre sus colegas de la hasta hoy obediente OEA, pues Shannon dedicó al entramado interamericano sus declaraciones de este viernes, intentando limar asperezas: «(...) nosotros estamos actuando de buena fe —afirmó—, reconociendo nuestras leyes y nuestras obligaciones (...) hemos comunicado eso a nuestros colegas en la OEA e individualmente a sus gobiernos».
Frente al esperado propósito estadounidense de empantanar, como lo hizo, la resolución venezolana —que se discute ahora en una comisión donde, obviamente, está el delegado de EE.UU.—, los países miembros del MERCOSUR en la Organización de Estados Americanos reiteraron su pronunciamiento reciente, pidiendo a Washington la adopción de medidas para enjuiciar al terrorista; e hicieron lo mismo los caribeños, dijeron los trascendidos.
Cada vez tiene menos compañía la Casa Blanca, aun en espacios que siempre le fueron serviles. Es la evidencia de los cambios pero, más que eso, el precio de comprar el silencio de un matarife como Posada Carriles. Un silencio que durará mientras las autoridades de Justicia no lo acusen, aunque investiguen, investiguen, investiguen...
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