El desastre ocurrido en el estado mexicano de Tabasco a consecuencia de las lluvias e inundaciones que lo asolaron devino no solo tragedia nacional, sino desafío para toda la estructura gubernamental y social del país.
Ese territorio, con más de 2,2 millones de habitantes, quedó rápidamente bajo las aguas en casi el 70 por ciento de su extensión debido al desbordamiento de ocho ríos y la rotura de los diques provisionales colocados para contener el torrente.
En muy poco tiempo, de acuerdo con los informes oficiales, se perdió casi la totalidad de los cultivos, fue afectado el sistema de transmisión y servicio de electricidad, telefonía y las carreteras de acceso a Villahermosa, la capital del estado, quedaron interrumpidas.
La cifra de damnificados fue subiendo a una velocidad increíble, y la gobernación local llegó a situarla en un millón de personas tras declararse sobrepasada por los acontecimientos.
De ahí en adelante, la situación en Tabasco se convirtió en un problema de orden nacional por la magnitud de la tragedia.
Ello puso a prueba a todas las instancias gubernamentales encargadas de enfrentarlo y hasta reveló las deficiencias anteriores y actuales en las obligaciones con el anegado territorio.
Desde el presidente de la República hasta los dirigentes políticos opositores, pasando por el Congreso de la Unión y la prensa, Tabasco se convirtió en tema del día.
Sencillamente superó las previsiones y posibilidades de todos los organismos estatales.
Las imágenes difundidas por los medios de prensa escrita y televisada fueron de un dramatismo singular pues mostraron a toda una población golpeada por los acontecimientos, sin alternativas casi para sobrevivir en medio de condiciones impactantes.
Mientras las aguas no comenzaron a bajar fue más importante la participación de los ocho mil miembros de las fuerzas armadas, de marina y policiales en las evacuaciones y distribución de alimentos y agua potable, buena parte donada por ciudadanos de otras regiones.
Una vez mejorado el tiempo, se presentó ante las autoridades y fuerzas sociales el drama de la reconstrucción con la dificultad siempre presente de la insuficiencia de recursos para ello.
Pero Tabasco puso a flote otra realidad, según denuncias de diversos sectores: el abandono en los últimos 25 años de los necesarios planes de infraestructura hidráulica en un estado buena parte del cual se encuentra bajo el nivel del mar.
Las incriminaciones sacaron a la luz no sólo ese desentendimiento oficial, sino supuestos negociados hechos con los recursos destinados, precisamente, a resolver tales problemas, o por lo menos a aliviarlos.
De esta forma, Tabasco será punto de referencia ahora no sólo para el análisis de la forma de reconstruir lo dañado por la naturaleza, sino para el reclamo de ajustar cuentas con quienes facilitaron un hecho de tal naturaleza.
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