viernes, 15 de junio de 2007

Optimistas y escépticos sobre derechos humanos en Ginebra

El Consejo de Derechos Humanos (CDH) entra hoy en su penúltima jornada del V período de sesiones que debe concluir el próximo lunes, pero los controversiales debates hacen temer un fin de semana de cabildeos.
Además de cambiar de nombre, el CDH, con apenas un año de existencia, pretende ahora terminar su construcción institucional para luego desde septiembre próximo arrancar sus deliberaciones con nuevas reglas de juego.
Sin embargo, el fin de esta etapa se antoja bastante compleja en razón del rechazo casi unánime de la mayoría de los actuales 47 miembros a asimilar los mecanismos del pasado y la tozudez de Estados Unidos y sus aliados por mantenerlos.
Aunque Washington quedó excluido del foro en la primera elección, tiene estatus de observador y trata de sumar a otras potencias occidentales en sus conceptos de erigirse como juez del Tercer Mundo, dijo una fuente a Prensa Latina.
Este y otros expertos consultados, coinciden en señalar que la agenda futura del CDH se suma, junto con el capítulo de las resoluciones temáticas y los mandatos por países, como los puntos discordantes.
Pese a que existe un consenso notable a favor de mecanismos renovados que permitirían al CDH tratar los asuntos de derechos humanos con una visión diferente y más abarcadora, la Casa Blanca reitera sus conceptos arcaicos.
Se opone a que la cuestión de Palestina se incluya en la agenda de debates como cuestión independiente y busca que se disponga de un concepto de selectividad para las venideras reuniones que le permita nuevamente señalar con dedo acusador al Tercer Mundo.
En el documento de 47 páginas presentado por el mexicano Alfonso de Alba, presidente de turno del CDH, está el examen cada cuatro años de todos los países por tres Estados elegidos al azar.
Las naciones escogidas para realizar la supervisión contarían con la asistencia del Alto Comisariado de la ONU para los Derechos Humanos y de Organizaciones No Gubernamentales (ONGS).
Sería de hecho un sustituto de los controversiales mandatos por países y por tanto, terminarían las prácticas con claras pretensiones injerencistas como en el caso de Cuba, indicó el diplomático consultado.

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